viernes, 8 de julio de 2016

Sorprendente Experimento de Transcomunicación en un Cementerio

 Desde hace un tiempo atrás hemos estado experimentando nuevos métodos de transcomunicación para captar mensajes más nítidos que supuestamente provienen de otros planos existenciales. La razón principal es que cuando uno se enfrasca durante mucho tiempo con un mismo método de contacto, se corre el riesgo de caer en la monotonía de obtener siempre el mismo tipo de inclusiones psicofónicas, con las limitaciones que éstos conllevan. Los dispositivos de escaneo radial, conocidos con los nombres comerciales de Frank Box, Ghost Box o Spirit Box;  provocan entusiasmo para los que empiezan a experimentar en este campo por las supuestas respuestas en tiempo real. Pero se debe tener mucho cuidado al seleccionar cuáles son realmente los mensajes de origen inexplicable y cuáles son simples interferencias de las emisoras. Frank Sumption, el creador de la Frank´s Box en el 2002, sostenía 
la hipótesis de que las entidades espirituales requerían del ruido entrecortado de las emisoras (a las que Sumption denominaba bits de voz) para ordenarlas y formar las palabras o frases. Esta idea parece estar basada en las hipótesis de los investigadores que aún continúan utilizando el método tradicional de las psicofonías microfónicas, que sostienen que los ruidos ambientales contribuyen a la formación de una psicofonía. El problema de los oídos poco acostumbrados a reconocer las respuestas verdaderas es que tienden a relacionar cualquier filtración radial con alguna palabra coherente que sólo el operador puede interpretar generándose el efecto mental de la apofenia.
En nuestra búsqueda de nuevas formas de comunicación que nos dejen menos dudas, analizamos los principios del funcionamiento de otros experimentos mucho más exitosos como el método de la trans-radio, que se basa en ruido de la recepción de una frecuencia fija en un canal sin emisora, pero igualmente se requiere grabar microfónicamente la salida de audio para oír las respuestas en reproducción. Sin embargo, a pesar de estar siempre presente el molesto ruido blanco, las respuestas suelen ser más claras y menos expuestas a la contaminación de la interferencia radial. Este método también fue muy utilizado por Friedrich Jürgenson, de tal forma que los 1485 Khz se  conoce como Frecuencia Jürgenson.
Otro de los sistemas que nos llamó la atención fue el Spiricom,
lanzado en 1985 por Metascience Foundation. Este método consistía a grandes rasgos en la emisión de 13 tonos de frecuencias fijas que eran captados por un receptor de radio. El resultado fue tan impresionante que se logró mantener verdaderas conversaciones muy extensas con personas fallecidas.
La conclusión a la que íbamos llegando en esta serie de experimentos era que para obtener mensajes fluidos se basaban principalmente en varios factores: una fuente de energía para la formación de los mensajes, emisión y recepción radial en frecuencias determinadas y la presencia de una portadora, que es el clásico sonido de fondo de las recepciones.
Nuestras experiencias empezaron con muchos tropiezos y resultados desalentadores. Probamos la emisión de una mezcla de 13 frecuencias con un pequeño transmisor, intentando emular el principio del Spiricom para recibirlas con un receptor de radio. El resultado era un ruido desordenado y chirriante que no posibilitaba comunicación alguna. Decidimos suprimir las 13 frecuencias fijas y empezamos a transmitir un canal vacío, pero esta vez el Spirit Box P-SB7 que estábamos utilizando como un simple receptor, lo pusimos en marcha como escaneador y le agregamos una fuente de energía adicional que sería una esfera de plasma, de esas que se utiliza en los hogares como adorno. El resultado fue sorprendente porque las filtraciones radiales comunes en el escaneador se redujeron considerablemente y empezamos a recibir respuestas breves pero muy claras y fuertes en tiempo real.
Solo faltaba probarla en el campo, en un lugar que por sus antecedentes nos garantizara mejores resultados. Pero teníamos que solucionar el inconveniente de la alimentación de la esfera de plasma que por sus dimensiones requería de una alimentación de 220 voltios. Debido a su alto consumo, nos vimos obligados a comprar una de menor tamaño en el extranjero y tardaría en llegar unas semanas. Mientras tanto, seguíamos con nuestras pruebas.
Escogimos el cementerio de Ate Vitarte, cuya crónica sobre las incidencias de esa visita la detallaremos en otro artículo. Este camposanto ha sido visitado por nosotros en unas 6 oportunidades, en la mayoría de las veces acompañados por equipos de prensa, y en casi todas fuimos testigos de hechos insólitos. Llegamos en horas de la tarde porque también nos interesaba registrar imágenes diurnas del cementerio y entrevistar a alguna autoridad para mostrar la problemática social que ya conocíamos de ese cementerio.
Llegada la noche (no por preferir obtener un ambiente lúgubre sino que era más conveniente realizar el experimento sin la presencia de visitantes curiosos), instalamos el transmisor con las 13 frecuencias y el receptor como un último intento con este sistema. No obtuvimos respuesta alguna en tiempo real ni en la grabación.
Posteriormente nos ubicamos en un lugar más abierto para instalar nuevamente nuestros equipos. Paralelamente en el otro grupo que nos acompañaba realizando su propia investigación ocurrió un incidente al entrar en trance una joven sensitiva. Abandonamos nuestra tarea para apoyarlos y nuestro compañero dialogó con la supuesta entidad que hablaba a través de ella. Decía llamarse Erika y que otras almas como ella se sentían atrapadas por otra entidad dominante que les impedía abandonar el lugar y que era mejor que nos fuéramos de allí. Poco después, la joven sensitiva volvió a la normalidad y se quedó con una extraña sensación de tristeza.
Retornamos a nuestra área de trabajo para instalar esta vez el
transmisor emitiendo una señal vacía en la frecuencia de 87.5 Mhz, el receptor P-SB7 en modo escaneo, una grabadora digital Zoom y la esfera de plasma. Como novedad, incorporamos dos sensores que tienen la función de detectar presencias cuando existe una perturbación en el campo electromagnético del lugar. Nuestra intención era pedirle a las entidades obtener la energía que requerían para la comunicación tocando la esfera de plasma y detectarlas con los sensores cuando lo hacían. Los sensores fueron ubicados a 2.20 metros del núcleo formado por la esfera de plasma por ser el límite mínimo de sensibilidad que se requería para ser activados.
Pasaron los minutos y después de la insistente solicitud de nuestro compañero a nuestros invisibles visitantes a tocar la esfera, una voz muy clara y prepotente nos dice “¡Largo!”. A pesar de la invitación de abandonar el lugar, continuamos nuestro experimento y otra voz femenina pronunció claramente un nombre: “Erika”.
Después de nuestra sorpresa inicial no conseguimos mayores respuestas significativas y mucho menos detectar alguna presencia mediante el sensor. Sospechamos que si era posible la versión que cada sector del cementerio era controlado por una entidad territorial, nadie más iba a comunicarse por temor a alguna represalia. Por esa razón nos mudamos por última vez con nuestros equipos a otra área con el mínimo de acompañantes necesarios.
Esta vez nos instalamos a una zona encerrada por dos cuarteles de nichos que formaban un largo y oscuro corredor. El lugar nos pareció ideal porque estaba protegido del viento y era más factible para captar alguna presencia con las cámaras de video y fotos. Colocamos los instrumentos en el piso y repetimos a operación de pedir que se comunique a quien estuviera presente en el lugar. En ese momento no nos percatamos de haber recibido alguna respuesta importante y después de media hora de inútiles esfuerzos, optamos por dejar los instrumentos encendidos grabando con las cámaras mientras nos retiramos temporalmente del lugar.
Retornamos 50 minutos más tarde para realizar nuestro último intento de la noche. Mientras hacíamos la solicitud de comunicación una coloquial voz masculina retumba en el parlante del equipo: ¡Hola!. Respondimos el saludo y el sensor más próximo a nosotros empezó a parpadear sus leds débilmente. Mientras pedíamos que se acerque más a la esfera de plasma y la misma voz nos dijo: ¡Oren!. Mi compañero le prometió una oración al finalizar la sesión y los leds del sensor se encendieron con una intensidad que nos emocionó. Después de un interesante diálogo en el que intervinieron otras voces que por razones de tiempo en la edición de nuestro video no hemos incluído, escuchamos repetidamente en tonos de voz distintos ¡Gracias!.
Esta interesante experiencia nos deja una importante lección sobre la forma que tienen las entidades para comunicarse. Así como nosotros tenemos que pasar por el proceso del ensayo y error, éstas también deben habituarse a nuestro método de contacto hasta lograr una comunicación fluida. Es un inicio prometedor y seguiremos experimentando con el propósito de aportar con estas experiencias un granito de arena para quienes están inmersos en el apasionante mundo de la transcomunicación instrumental.

A continuación, el reportaje de esta experiencia



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