domingo, 7 de febrero de 2010

PUBLICACIONES DEL AYER

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Revisando antiguas publicaciones que acompañaron nuestra adolescencia, hubo una que captó inmediatamente nuestra atención por lo que significó en su momento para quienes nos iniciábamos en el enigmático mundo de lo paranormal. Nos referimos a la revista LO INSOLITO, cuyo primer número fue puesto a la venta un 15 de Junio de 1977, llegando posteriormente a internacionalizarse con sus 50 ediciones.

Bajo la dirección de Zizi Ghenea y la producción de Coarte, esta revista fue una de las pocas publicaciones peruanas que logró captar el interés de los aficionados a temas como la ufología, espiritismo, parapsicología o esoterismo. Para quienes alguna vez tuvieron en sus manos un ejemplar de Lo INSOLITO, se sentirán invadidos por la nostalgia al recordar sus secciones fijas como Extraño Muy Extraño, Noticias Espeluznantes o Miscelánea.

Como un tributo a nuestra recordada Zizi Ghenea y al esfuerzo de una producción en una época en que la información no era tan accesible como en la actualidad, publicaremos algunos de los artículos memorables que en cada número causaron impacto en la opinión pública.

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"¡Si supiéramos cuál es su modalidad de grabar, captaríamos más a menudo imágenes de otros mundos!" Esto es lo que afirman varios especialistas en comunicaciones que ya tienen sus experiencias con imágenes y sonidos llegados de otras partes. Hasta ahora tienen que limitarse a esperar que el azar les brinde la oportunidad de recibir algo. La dificultad para que dos dimensiones distintas logren comunicarse, es inmensa.

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Pero mientras los técnicos, o por lo menos algunos de ellos, están abiertos a esa clase de comunicaciones y las desean, el público en general las teme, así como teme cualquier hecho extraño a su entendimiento, porque no tiene cabida en sus actuales conocimientos y lógica. Hasta la música que llega del Espacio, asusta. Sin embargo, los que alguna vez la oyeron afirman que a menudo es dulce y melodiosa, con sonidos parecidos a los producidos por el arpa. Aquello de "música de ángeles", o de "música de las esferas", sería según muchos, algo más que un dicho o que una mera figura poética ...
La mayor parte de las definiciones que hasta ahora se han dado respecto a esa música, coinciden en parangonarla con la aquella electrónica; del mismo tipo es la que a veces acompaña los contactos de terráqueos con extraterrestres, o simplemente la aparición de estos.
En cuanto a las imágenes "piratas" que se cuelan en nuestras pantallas, son más numerosas de lo que se podría suponer. Muchas personas que se dan con la sorpresa de captarlas piensan que son parte de alguna película equivocadamente entrada en su dial. Y otras, que sí se dan cuenta que vienen de otra parte no lo cuentan, por temor a no ser creídas. Tampoco faltan las que lo ven y no lo creen, quedándose con la idea que han tenido "visiones".
Pero lo importante de todo ello es tomar conciencia del hecho que cada tanto hay "alguien" que se manifiesta intentando decimos algo, y que lo hace operando sobre un largo de onda que nos llega confusamente. De saber interpretar correctamente los mensajes, y de recibirlos siempre, estaríamos quizá al tanto de cosas importantes; estaríamos puestos sobreaviso de catástrofes o calamidades de las cuales nos podría' mos salvar a tiempo.

El gran especialista en parapsicología, J.B. Ehine, recomienda en casos así prudencia en su apreciación, es decir no menospreciar los mensajes: estos son casi siempre "aportes visivos" y no tiene importancia si la visión se delínea sobre una pared, cerca de una ventana o sobre el video de la T.V. Hay que hacer hincapié en el hecho que este tipo de visiones utilizan a menudo el aparato de TV apagado, aprovechando simplemente su pantalla por saber que es el punto de mira más frecuente de todos los objetos de una casa. Volviéndose a aquellas transmitidas a través del puesto de televisión encendido, cabe relatar una experiencia edificante vivida por una familia de Indianápolis que pasó a ser un "clásico" de esta clase de fenómenos, y fue el caso que puso sobreeaviso acerca de la intención o mensaje que generalmente hay en esas imágenes. Fue durante la semana del 21 al 28 de octubre 1954.

El ingeniero Lincoln T. Mackay, director de una fábrica de máquinas calculadoras, había tenido una semana difícil. Contratiempos en la fábrica habían coincidido con la necesidad de viajar a una ciudad vecina para comprar unos repuestos para la misma y (evento doloroso para él), con la repentina muerte de su abuelo que vivía en otra región, bastante alejada. Desde la ciudad había ido al pueblo donde había fallecido el abuelo, para velarlo y asistir al sepelio. Recién estaba de regreso en su hogar, y para descansar se había tomado unos días de vacaciones.

Cómodamente arrellanado en su sillón favorito, pipa en boca y el mastín a sus pies, se dispuso a mirar un programa de televisión. Hacía días que no lo hacía. Parte de su familia, la mujer y dos de sus hijos lo acommpañaban; su mujer mirando con él la TV; sus hijos jugando a las cartas. De repente, algo pasó en la pantalla: habían interferencias, la imagen aparecía y desaparecía, hasta que fue reemplazada por otra, muy borrosa al principio. Se veía un lecho con alguien echado encima, alguien que movía continuamente la cabeza de un lado a otro y que extendía un brazo con la mano tendida como llamando a alguien o como deseando llamar la atención. La señora Mackay se levantó para arreglar los botones del aparato, pero lo único que logró fue hacer que la imagen se viera más nitidamente. Entonces apareció con claridad la figura echada. Era la de un anciano que sufría, un anciano moribundo. A duras penas, la mujer de Lincoln Mackay ahogó un grito, volteándose hacia su marido: con el rostro demudado por la emoción, éste se había puesto de pie y miraba fijamente el televisor. Ambos habían reconocido en el anciano moribundo de la pantalla, al abuelo recientemente fallecido ...
La imagen siguió unos instantes más para después volverse borrosa y finalmente desaparecer. Había ocurrido algo increíble que, en toda lógica, solamente podía tener una explicación: una broma de mal gusto, "una broma cruel gastada por alguien, por algún enemigo.· ¿Alguien de la fábrica, quizás? El ingeniero Mackay había tenido problemas allí; pero así y todo, no se comprendía cómo se había logrado llevar a cabo aquella farsa repugnante. Para ello hubiese sido necesario saber que el viejo se moría, cosa que ni la misma familia llegó a saber a tiempo. Luego, llegarse allá, al pueblo, con todo un equipo de la TV, tomar la escena y ahora tener acceso al canal para interferir la imagen ... No, era demasiado, aquello no pudo haber sucedido.
Transtornado por lo ocurrido, Mackay pasó el resto del día llamando a todo el mundo, consultando a todo el mundo. El resultado era desconcertante: nadie sabía nada, nadie commprendía qué era lo que había pasado. Lo único que se supo fue que la imagen en cuestión había desaparecido en los televisores de la zona en la cual vivían los Mackay, nada más. Así, era obvio que les era destinada.
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PERO más desconcertante aún fueron los días que siguieron, cuando la escena volvió en la pantalla chica, apareciendo repetidamente varias veces y a la misma hora. Luego, nada. Decir que todo quedó en el olvido, sería mucho decir. Más bien se apreció un cambio en la manera de enfocar la cosa. Ocurrió que del hecho se habían enterado no solaamente técnicos de televisión, amigos y vecinos, sino varios espiritistas, algunos esoteristas y una serie de gente "rara" que, en las semanas y meses que siguieron, iban a visitar al ingeniero Mackay y a hacerle preguntas. Y para él, que había vivido aquellos dramáticos momentos, resultó casi un alivio que, como conclusión, esa gente encontrara poco menos que natural lo acaecido. Decían que hablan sido espíritus o gente del Espacio quienes quisieron alertarlo a través de aquellas imágenes, y hacerle saber así, que su abuelo se estaba muriendo.
Seguramente que habían hecho "pasar" varios días antes el "aviso", pero como él había estado e viaje no lo había visto sino después, cuando ya el abuelo estaba muerto. O que, simplemente, lo hicieron a destiempo.
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Si de alguna manera este caso fue considerado en cierta dimensión como algo más o menos normal, el que relatamos seguidamente carece de cualquier explicación posible. Ocurrió en vísperas de Navidad, en 1968, en una pequeña ciudad de Minnesota. Laurie Morgan, una joven señora, madre de dos niños, se encontraba sola en la sala de su casa. Había adornado el árbol de Navidad y dispuesto los juguetes para los chicos, alrededor de éste. Encima de la mesa estaban ya los dulces tradicionales, las velas y los adornos.
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Había echado llave a la puerta para que sus hijos no vieran el árbol antes de tiempo, y pasado casi toda la tarde sola, arreglándolo todo. Su marido se encontraba al club con sus amigos, organizando el turno según el cual, entre vecinos, se pasaban el disfraz de papa Noel para sorprender a los niños con su llegada.

Satisfecha de su trabajo, Laurie dio una última mirada a la sala y recordó que tenía que fotografiarlo todo, antes de que los pequeños desbaraten dulces y juguetes. Es lo que solía hacer cada año Tom, su marido, que por esta vez le había encargado a ella la tarea. Tenían en el álbum de familia la foto de Navidad de todos los años: el árbol, la mesa y una vista general de la sala; luego otras fotos, muchas, con todos ellos reunidos, con los niños abriendo paquetes, enloquecidos de alegria; después, ella sola, con el vestido nuevo que se hacía sola, para cada Navidad.
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TOM le había dejado la cámara lista para ser utilizada, encima del televisor. Y fue Justamente cuando se dirigía hacia la mesita donde estaba éste, que la vio: en la pantalla del aparato, una mano grande, en primer plano, con la palma extendida. Se veía grotesca, como deformada, muy ancha y gruesa, y de dedos cortos; menos el pulgar, largo y esbelto, como si nada tuviese que ver con los otros, como si perteneciera a otra mano diferente.
Laurie se echó a reir pensando que se trataba de un film, o quizá de la secuencia que una publicidad. Pero la mano no se movía; ningún texto la reemplazó, otra imagen tampoco.
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Por alguna razón que ella misma no se explicaba, la risa murió en sus labios y Laurie se sintió repentinamente incómoda y asustada. Al instante cayó en la cuenta de que el televisor estaba apagado, así como lo había estado toda la tarde. También recordó claramente que cuando estaba por terminar sus arreglos había echado un vistazo al aparato para asegurarse que la cámara estaba allí y que al mirar fugazmente la pantalla la había visto como siempre, pulida, brillante y sin reflejar nada.
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Ahora aquella mano allí, grande y grotesca ya no le parecía chistosa. No sabía qué pensar, y decidió no pensar nada, ignorarla. Aprovechó la cámara fotográfica y sacó una tras otra, cuatro fotos de la mano; por si las moscas. Luego, mujer práctica al fin, fotografió la sala en todos sus detalles, eVitando mirar hacia el televisor. Cuando al poco rato llegó su marido, aún estaba la mano allí, pero mucho más borrosa. El también le tomó una foto, que salió menos clara que las de ella. Y fue la última, ya que la mano se borró del todo antes de la hora de cenar. En buena hora, así no asustaría a los pequeños. Nunca se llegó a encontrar una explicación cabal al misterio. Se habló de ello, se dijo que la mano parecía pedir ayuda, o bien ofrecerla. Se dijeron muchas cosas.

En la revista "Occult" publicaron su fotografía y un largo articulo intitulado: "El fantasma que apareció en la TV". Alguien tuvo la idea de enviar una de estas fotos a Marga Tellez, célebre quiromántica de California. La Tellez la estudió con interés, luego con asombro. Cuando se le pidió expresar su opinión acerca de "la mano llegada de la nada" se mostró algo asustada, después evasiva; terminó diciendo que prefería abstenerse, que no convenía hablar mucho de aquello. En el álbum de Laurie y Tom Mórgan hubo durante mucho tiempo en la página de "Navidad 1968", una foto tapada por una tarjeta navideña. Recién ahora que los chicos son ya grandes y no se asustan fácilmente ha sido retirada la tarjeta; en la foto, la mano luce grotesca y misteriosa, sin haber entregado aún el secreto de su origen y la razón de su aparición.

¿Cuántas veces llegarán así hacia nosotros, mensajes que no atinamos a comprender? ¿Cuántas veces llegarán sin que podamos verlos? ¿y cuántas veces los vemos sin darles importancia,
pensando que son interferencias naturales, imágenes y sonidos equivocadamente enviados desde aquí mismo, desde las mismas emisoras de la TV? ¿Cuántas?.

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